Víctor Casanova Abós y el payaso Marcelino en 'La Vanguardia'

El sábado 23 de diciembre el diario La Vanguardia publicó en su contra una entrevista del periodista Víctor Amela a Víctor Casanova Abós, una página completa en la hablan acerca del payaso Marcelino Orbés, quien fue considerado «el mejor payaso del mundo» en Nueva York a comienzos del siglo XX, del libro Marcelino. Muerte y vida de un payaso (Pregunta) y de la exposición Marcelino. El príncipe de los payasos, que se puede visitar en la Diputación Provincial de Huesca hasta el 25 de febrero. Podéis leer la entrevista en este enlace y a continuación:




Víctor Casanova Abós, que ha resucitado al payaso Marcelino
 
Tengo 30 años. Nací en Huesca y vivo en Nueva York. Soy politólogo, analizo datos del Consejo de Seguridad de la ONU. Vivo con mi pareja, Michelle. ¿ Política? Siempre del lado de los más vulnerables. Soy agnóstico. Un niño pobre de Jaca llegó a ser estrella rutilante en Nueva York.
 
Príncipe del circo

Los padres de Víctor le dieron permiso, de niño, para viajar durante dos semanas con una pareja nómada de titiriteros por los pueblos del Somontano de Huesca en un carro tirado por una burra. Durmió bajo las estrellas, escuchó historias y aprendió a trabar amistades. Aquel mozalbete –le conocí hace ocho años en la Ruta Quetzal, él era monitor– es hoy un sesudo politólogo neoyorkino. En Nueva York ha investigado la vida de otro nómada –coterráneo suyo de hace un siglo– hasta publicar Marcelino, muerte y vida de un payaso (Pregunta), libro que coincide con la exposición Marcelino, el príncipe de los payasos (Diputación Provincial de Huesca), hasta el 25-F.

Quién era Marcelino?
Un payaso.

¿Y le interesa... un payaso?
Soy de Huesca. El payaso Marcelino era de Jaca, un niño pobre nacido en 1872 en una calle pedregosa... ¡que llegará a ser una estrella rutilante del Nueva York de 1905!

¿Actuando como payaso?
En el Hyppodrome, el mayor teatro del mundo, con 5.240 butacas que llenaba: ¡millones de personas rieron con Marcelino! E inspiró a Buster Keaton y Charles Chaplin.

¿Ah, sí?
Ah, ya te interesa... Keaton dijo: “¡Marcelino es el payaso más grande que vi nunca!”

Si Buster Keaton habla, me descubro.
Lo dijo al final de su vida, en una entrevista, con cariño, como también lo dijo Cary Grant, que con 14 años actuó con Marcelino.

¿Y Charles Chaplin?
Con 12 años, Chaplin coincidió con Marcelino en un número de una pantomima, en el Londres de 1901: Chaplin era el gato con el que Marcelino tropezaba, cayendo sobre él.

Y la gente se partía.
Chaplin cuenta en sus memorias que el número de Marcelino “tenía poco que ver con el argumento”, pero “era la principal atracción”. Marcelino riñó una vez al niño Chaplin: no le amortiguó bien la caída.

¿Marcelino tenía malas pulgas?
Era un hombre serio, adusto, vestía siempre traje elegante, como un banquero. Chaplin le rinde tributo como “gran payaso”, y dice de su número: “era divertido y encantador, todo Londres enloqueció”.

¿Charlot copió cosas de Marcelino?
¡Es posible! La gestualidad de Marcelino era proverbial. No en vano fue un niño acróbata.

¿Dónde?
En la compañía italiana Los Martini. Llegaron a Huesca... y se llevaron al niño, con siete años. La prensa les acusó de comprar niños.

¿Marcelino fue comprado?
Su familia era muy pobre, pensó que le daba un futuro. Sabemos que Marcelino actuaba conLos Martini en el Circo Ecuestre de la plaza Catalunya de Barcelona en 1884.

¿Qué hacía el jovencito Marcelino?
Sostenía una pértiga sobre la que otro niño tocaba el violín en equilibrio. Contó en entrevistas que de niño podía hacer nueve ruedas seguidas: era pequeñito, fornido y ágil.

¿Cuál era su número más divertido?
Se mostraba torpe, vulnerable: intentando ayudar a otros, les entorpecía, tropezaba, caía... Sus caídas provocaban risa liberadora. El público se identificaba, pues a todos nos salen cosas mal, ¡la vida son tropiezos!

¿Cómo vestía Marcelino?
Fue de los primeros en usar nariz roja. Y sombrero de copa. Y cuello de lazo, elegante. La cara, pintada de rojo y blanco. Y traje dos tallas grande: daba risa, y ternura.

¿Sabemos cómo pensaba Marcelino?
Durante una gira por Escocia ingresó en una logia masónica, parece que alentado por el gran mago Houdini: eran buenos amigos. Y siempre que llegaba a una ciudad, daba una función gratis en hospitales para niños.

¿Tuvo hijos?
No, ésa fue una gran pena en su vida, según declaró. Un niño desarraigado habitaba siempre en su interior... Los payasos eran diversión adulta, con procacidades, pero él se adaptó para gustar a niños. Y hasta creó un curso de payaso por correo para niños.

¿Se casó Marcelino?
Con una francesa que le denunció por malos tratos y le dejó. Con la segunda mujer tuvo buen trato, pero al final se separaron.

No fue muy feliz...
No, pero él hizo más feliz este mundo.

¿Qué decía de Marcelino la prensa?
“Se necesitan tres pares de ojos para seguir todo lo que pasa en el escenario”, publicó The New York Times: simultáneamente acróbatas con caballos, elefantes que jugaban a bolos, trapecistas saltando en lo alto... ¡y Marcelino resplandecía en medio de la pista!

Debía ser muy bueno.
Los caballos, al final, se lanzaban al gran tanque de agua del centro del escenario. ¡Qué gran espectáculo! Pero fue perdiendo atractivo con la irrupción del cine de masas...

¿Marcelino hizo películas?
He localizado sólo cuatro segundos de filmación de una de las dos películas que rodó: es un primer plano de su rostro, haciendo muecas. Están en la exposición de Huesca.

¿Qué fue de Marcelino?
La portada de The New York Yimes del 6 de noviembre de 1927 —ha hecho ahora 90 años— lo resume: “Marcelino, payaso, se quita la vida de un disparo”. Todos le conocían.

¿Por qué se suicidó?
No se adaptó al cine, su popularidad decayó, se sintió solo... Y, dueño de sí mismo, él mismo orquestó su última función...

¿Su última función?
En una habitación de una pensión neoyorkina, sobre la cama, colocó su vieja maleta: encima de ella extendió fotos suyas, programas de mano, aquel carnet de masón...

Un altar...
Se arrodilló delante. Y se pegó un tiro en la sien. Quedó genuflexo, el rostro amorrado contra el borde de la cama. La bala entró, salió, se incrustó en la pared. Tenía 55 años. Y volvió a ser portada, como siempre le gustó.