El escritor y crítico literario Pedro M. Domene ha reseñado Sobreexposición, el libro de relatos de Laura Bordonaba Plou (Pregunta, 2014). La reseña se ha publicado en el blog Tormenta en un vaso y en el blog personal de Domene, Acabo de leer... y me gusta.
Pedro M. Domene
Mi admirado y buen amigo, Medardo Fraile, que escribió durante
más de medio siglo los mejores relatos del siglo XX, afirmaba que “un
cuento era lo más fino y personal que pueda hacer un escritor”, y con la
perspectiva del tiempo, sopesando calificativos y afirmaciones al
respecto, aun debemos añadir que, indudablemente, un buen cuento obliga
al lector a meditar con cierta propensión a la delicadeza porque, el
escritor, muestra el mundo como si mirásemos a través de una vidriera
policromada y multicolor e, incluso, toca nuestro corazón, y avanza por
la difícil senda de la metafísica; es así como el autor nos brinda su
verdad, aunque para ello deba mentir todo lo posible como verdaderamente
ocurre también en el amor; y, además, técnicamente hablando, siempre y
cuando el relato sea excepcionalmente bueno, provocará una explosión.
Los cuentos, sin duda, son la quintaesencia estremecida, épico-lírica,
de un trozo de mundo y la visión particular que sobre él tiene el
narrador. Constelan ese intramundo, y en sus certezas o inexactitudes
llevan implícita la manera peculiar de enjuiciar la sociedad. Ignoro si Laura Bordonaba Plou (Zaragoza, 1976) ha configurado, con estos dieciocho relatos que componen Sobreexposición
(2014), su manera peculiar de, precisamente, sobreexponerse en gran
medida al mundo, pero sí aseguro que lo ha conseguido de una manera
digna e inteligente, diversificando su mirada en una serie de cuadros
biográficos que nos resultan tan cercanos que, a medida que pasamos las
páginas, hieren nuestra sensibilidad. Sobresalen en estos cuentos las
agudas dotes de observación de la narradora, su preocupación por la
sobriedad y la objetividad porque, pese a ciertos toques en sus
historias, nunca cae en el sentimentalismo o la cursilería; léase cuando
escribe sobre el dolor o la pérdida que provoca esa ausencia, “Viviendo
con Mr. Tomura”, “Travis”, “Dammuso di Mare”, serían ejemplos válidos;
otras veces sus relatos son predominantemente líricos, “Sinfonía de las
ruinas”, que narra sucesos o experiencias externas, evoca ambientes e
introduce al lector para hacerlo receptivo a ese estricto valor
sentimental de cuanto narra; un procedimiento paralelo a la lírica, y en
esta ocasión cobran especial relevancia las imágenes.
La extensión que componen los cuentos de Sobreexposición
varía en cuanto a sus características, y algunos advertimos propenden a
convertirse casi en una novela corta, “La ley de Bode”, “Pabellón 103” o
“La luz de Marvin”, que, de alguna manera, concentran un suceso
principal que desencadena el resto de la acción, con muy pocos
protagonistas y, en ocasiones, el acontecimiento central del cuento, la
narradora enferma de alzheimer y Tristán en el primero; el psiquiátra y
cuatro enfermos, en el segundo; y finalmente, los gemelos Marvin y
Albert; la acción, en este tipo de cuentos, es lo más importante y
podría transcurrir en otras circunstancias, con otros personajes y se
desarrolla, además, como una lógica concatenación de los episodios
narrados; el destino de sus protagonistas depende un tanto del azar; Laura Bordobana
narra estas historias desde una distancia, esa medida justa que le
permite una objetivación tanto cronológica como retrospectiva.
Ausencia y presencia, recuerdo y olvido, el dolor, en definitiva
provocado por esa ausencia, caracterizan a estos cuentos de firmes
contrastes que aisladamente se concatenan para mostrarnos ese proceso
psicológico interno de la mayoría de sus personajes por breve que sea su
implicación, y que como lectores nos llegan por ese proceso externo
solo perceptible por los sentidos, y al final los cuentos de la joven Laura Bordonaba Plou
ofrecen tantas posibilidades a nuestra imaginación como a esa capacidad
asociativa que pretende su autora. Esta es una buena ocasión para
degustar y, por qué no, para descubrir una buena colección de cuentos, y
una narradora que nos deparará futuras sorpresas.