Reseña de 'La brújula del universo' en el blog de Bárbara Fernández

La escritora Bárbara Fernández Esteban reseña en su blog La brújula del universo, la novela de Mario de los Santos que reeditamos recientemente. Podéis leerla en este enlace y a continuación:

http://blog.barbarafernandez.es/la-brujula-del-universo/ La Brújula del Universo
Novela de Mario de los Santos
Pregunta Ediciones. 2ª Edición. Diciembre 2015.

Notas a propósito de la lectura.

En Zaragoza, La Brújula del Universo puso rumbo aparente al punto Omega en 2058, al recobrar el que había perdido su demencial aguja durante el sitio de la augusta ciudad, a causa de un jota francesa inacaba que ponía música y letra al amor de una maña y un oficial francés del ejercito ocupante de Napoleón, ocupado en demoler piedra a piedra la ciudad sitiada, para no dejar palacio, iglesia, convento, mercado, calleja, taberna o lupanar en pie, donde pudieran resistir con furia sus habitantes a los petulantes gabachos.
Al comenzar a leer La Brújula del Universo, novela ganadora del II Premio de Novela Fundación Dosmilnueve, pensé que el autor me conducía por la vía del surrealismo a un plano mágico en el que detenía el tiempo y escarbaba el espacio para componer un pastiche fascinante del heroico sitio, con el abracadabra de una jota peculiarísima, enmudecida de repente, hasta 2058, en los fondos olvidados de un olvidado baúl catedralicio.
Me encontré que la novela proponía un corte transversal, oblicuo, como si de una proyección tridimensional se tratara de la gente sin carne y hueso, en los días previos al diez de febrero de 1808, agarrada desesperadamente a la inconsciencia resistente en los lugares emblemáticos de aquella Zaragoza. Lugares envueltos en un aire sombrío, a veces pérfidos y otras inmortales, como si hubieran decidido recuperar el tiempo de antaño en el espacio cotidiano de mediados del siglo XXI, y todo volviera a palpitar de nuevo después de un cuajado reposo de aquellos personajes fabulosos, objetos de un hechizo por el que permanecen en el mismo espacio, a caballo de dos mundos superpuestos que pueden colisionar en virtud de una velocidad constante y su ángulo disminuyendo.
La implicación en la observación de la Zaragoza renacida de sus cenizas de mitad del XXI por parte de esos personajes hechizados es algo que el autor no se ha atrevido a explorar en su adelanto al Ministerio del Tiempo, más que desde la visión socarrona e irónica, a veces tierna, del cronista de la historia. Parece que de momento solo cabe mirar hacia atrás. Tampoco hubiera estado mal un Palafox espectador con las manos en la cabeza en un pleno del Consejo del Gobierno de Aragón, miembro de pleno derecho de la UE, para decidir ante el Parlamento Europeo sobre la directiva del Agua. Pero, eso hubiera resultado una historia muy distinta, y no era el caso, salvo que en aquellos fondos dormidos del baúl, hubiera aparecido otra jota, alemana por ejemplo, que hubiera activado un sistema de energías, o un módulo de vínculos que se da en toda ciudad, capaz de activar una impremeditada influencia en la sucesión de sus acontecimientos.
El envite del autor era muy atractivo porque sé de su melomanía. Lo de la ciencia ficción me despistó un poco también por saber que De los Santos es un escritor serio y documentado, sin perjuicio, por supuesto en ningún caso, de la sorna que la naturaleza le presta, tan común a muchos escritores aragoneses, lo que me abrió los ojos a base de carcajadas. “Tirad bombicas, tirad, que de castañuelas nos sirven”. “Una excusa para los errores y un aplauso para los aciertos, pues, al cabo, eso es la jota”. Y si es en francés, es el acabose.
Pero La Brújula del universo, evitada la hecatombe apocalíptica en el punto omega, y recuperado el rumbo magnético de la Historia, va más allá de las imágenes y los iconos, pues la jota, aun siendo el pretexto, mejor que el inventado código vinciniano, es éxtasis, complot de muerte y vida que media entre el sentimiento y la inteligencia, como en toda buena música, sin saber si llega a romper la eterna dicotomía, el viejo sofisma existente entre cultura y esencia. Me inclino por la creencia de que es más naturaleza, orillando el riesgo que supone una afirmación demasiado contundente.
Por supuesto, no caí, durante la lectura, en la tentación de escuchar como banda sonora otra jota que no fuera la francesa, ni siquiera la obertura de la sinfonía 1812 de Tchaikovski como respuesta, ni cualquier versión de los sitios de Zaragoza, por el menosprecio que hubiera supuesto al finísimo humor de Mario de los Santos, sino una colección de foxtrot que es lo menos parecido a un jota o a la Marsellesa, que no impidiera su brillo por sí sola, y que, además, funciona bien con las risas.
Como aragonesa, tengo para mí que la lectura de La Brújula del Universo ha sido una gozada que recomiendo a todos, aunque comprenderé las carencias de algunos para la mayor fruición, si no conocen mi Zaragoza, en la que he escuchado bien, los tiros, los ayes, las bombas, los juramentos y las jotas.

© Bárbara Fernández Esteban. Marzo 2016.