En la web Poemas del Alma, Tes Nehuén publica una estupenda reseña de Todo estalla dicho, el libro de Elvira Lozano que publicamos este verano. Podéis leer la reseña en este enlace y a continuación:
«Todo estalla dicho», de Elvira Lozano —Pregunta Ediciones—
Publicado por Tes Nehuén
25 de noviembre de 2016
Herida. Engaño. Uñas. Pelos. Palabras. Se entrelazan, se estrellan, se miran a través de “Todo estalla dicho” de Elvira Lozano (Pregunta Ediciones).
La poesía como espacio donde viven y mueren los sentimientos
universales, los de los primeros primates, los de las culturas que
desconocemos, y los que nos pertenecen, se materializa en este libro y
nos redime. Cabe señalar que el puntapié inicial lo da Remedios Zafra
con un prólogo sublime, que te predispone muy positivamente para
beberte las páginas, como si de una posión mágica se tratase (y algo de
eso hay).
Todo estalla dicho. Todo está ya dicho, y a la vez no. Y por ese no,
por ese matiz que se abre paso cuando una historia nos sacude es que se
vuelve necesaria la literatura. Porque las cosas que nos cambian son
nuevas, como lo es cada nueva flor que da una planta, tan idéntica a las
demás, y tan única, buscando el foco de la cámara para ser
admirada-amada.
Lo escrito, escrito NO está
La escritura nace por esa necesidad que tenemos algunos de hallar una palabra que nos identifique,
y a la vez que nos interpele y nos obligue a repensarnos. Esa necesidad
es la que gesta con intenso brío “Todo estalla dicho”, que podría
leerse como una búsqueda escrita de la identidad. Un camino que parte
desde las miradas ajenas, como huecos-ventanas que llevan a lo más
hondo-visceral de una misma y que permite una revisión de los espacios
significativos de la memoria; espacios que son personas, que son hechos,
países, animales, porque todos ellos son protagonistas en la poesía de
Elvira.
A lo largo de la lectura Lozano nos acerca sus miedos, que se van
dibujando a modo de acertijo en una serie de poemas que, bien leídos,
también podrían ayudarnos a descifrar y responder las propias
incertidumbres. Y en este punto, aunque parece que ya todo está dicho y
que no existen nuevas luces para la literatura, me detengo: porque en
sus palabras hay una nueva identidad que desdice la sentencia de Pilato.
Como libro de poesía “Todo estalla dicho” ofrece una versatilidad
sumamente interesante, donde colores, aromas y sonidos se van acoplando a
las palabras y otorgan a la composición una dulzura y una precisión lúcida.
No obstante, no es la única lectura que puede hacerse, también
encontraremos en él una serie de sentencias casi aforísticas que se
reúnen bajo el subtítulo de “Runruneos”. Frases que se
deslizan en las páginas como afirmaciones dichas al pasar, como certezas
no enjauladas bajo el tino de la razón, más bien llenas de fluidez y de
verdad, pero de esa verdad profunda de las cosas.
La memoria perdida-encontrada
Elvira Lozano como un mantra repite la palabra memoria,
con esa desesperada búsqueda de los colores y las formas de otro
tiempo. Dice memoria y aparecen imágenes de todas las épocas posibles. Y
lo hace con el inaudito deseo de traerse algo del fondo del armario
para endulzar el presente y darle un toque de ilusión. La memoria la
acerca a un pueblo donde las calles tienen nombres extraños porque lo
que de verdad se ha quedado grabado en sus cajones son los colores, el
aroma de las flores, la permanencia de una vida que se queda inmóvil
mientras ella pasa.
Y es justamente allí, en esa inmovilidad, en que la memoria se afirma
a la poesía y aparece como un ancla necesaria y recuperada para siempre
del olvido. Porque en esa posibilidad que ofrecen las palabras que no
se gastan nunca también hay hueco para sus poemas, que se aferran a los
matices como si allí, en esa minúscula autenticidad residiera la razón
no ya de su poesía sino de toda la literatura, y de la vida en el mundo.
En esa sensación de estar viviendo una existencia que nadie más pisa
reside el sentido-pulso de la vida. Y aunque todos vivamos situaciones
que ya han atravesado miles de personas antes, esa línea que pone
nuestro nombre, esa sensación de que es bajo nuestra piel donde ocurren
las cosas, es lo que nos impulsa a vivir.
Un gato de siete vidas
La lectura es subjetividad principalmente; es un lanzarnos a los
libros con el deseo desaforado de encontrarnos, de existir en ese
espacio blanco lleno de hormigas, como le gustaba decir a mi amada Ana
María Matute. Por eso, aunque me regañen, me resisto a escribir reseñas
técnicas, porque este tipo de textos deberían ser artículos que tentaran
a otros a leer los libros de los que hablan y eso sólo puede hacerse
tocando lo verdadero: el universo de las emociones.
Siguiendo con esa idea, el disfrute mayor de esta lectura fue descubrir a Lápiz, una preciosa bolita de pelos que se pasea por las páginas como si fuese el dueño-sueño del libro (y tal vez lo sea).
Es como si de él partieran todas las palabras, como si en él sanaran
todas las heridas (quienes vivimos con animales y les amamos sabemos qué
se siente eso); esa herida que parece una nadería cuando nuestros ojos
descubren el brillo de una vida que no salió de nosotros pero que nos
mira con esa fascinación que jamás hemos descubierto en las personas. Esos seres con garras afiladas que las esconden para no herirnos
y que nos ofrecen con este simple gesto la mayor seguridad de amor, la
confianza. Ese espacio animalero en el poemario me ha llegado a lo más
hondo.
El silencio en las palabras
Por último, la lengua materna y sus silencios en
contraposición a la herencia del patriarcado. Ese silencio que camina
con nosotras y que nos obliga a la resignificación de todo lo que
pensamos, de todo lo que hacemos, para decirlo, cada vez más alto, por
esa necesidad de ser NOSOTRAS en este mundo que nos quiere ver vulnerables, derribadas, empobrecidas.
Y el grito de Lozano en ese sentido me parece el de una hiena llena de
rabia, que golpea los muros para derribar los prejuicios que se ciñen en
torno a las elecciones, en torno a las existencias, para derribar las
sentencias que quieren decirnos cómo debemos ser felices y cuándo.
En esos versos paternos, silencios maternales de infancia, avanza su
poesía y se afirma-crea-enrolla en nuestra mirada lectora para
recordarnos que somos responsables de lo que decimos, pero también de aquéllo que callamos.
Ese silencio aprendido nada más mirar el mundo y que debemos combatir
con furia, para que no se nos enquiste la violencia que no expresamos,
para decirnos a nosotras y a los otros que podemos habitar los contornos
de las ciudades, que podemos pasearnos por donde queramos, porque
necesitamos vivir esa vida que pone nuestro nombre de la forma en la que
nosotros creamos y llamemos felicidad.
Y gritamos para que un día la lengua materna sea realmente la voz de una madre que quiso-amo-gritó y se hizo notar en un mundo de hombres.
Hay en la escritura de Lozano la insistencia del uso de ciertos
recursos fónicos, como la aliteración y la repetición que otorga a sus
poemas esa espontaneidad y esa frescura que nos obliga a reconocerla
como una autora de nuestro tiempo. No obstante, también parece haber un intento de acercarse a la poesía de Olga Orozco y de tantas otras poetas que nos han precedido,
lo que nos habla de una poeta versátil capaz de rozar los contornos de
la poesía para quedarse en un espacio que sobrevive a los límites
temporales.
Voy terminando. Este libro parece construirse al filo de las
emociones más extremas: amor, rabia, decepción, pero sin olvidar la
rigurosidad necesaria para conseguir que las palabras cobren vida por sí
mismas: algo que sólo puede conseguirse si se tiene una profunda pasión por el lenguaje. Por todo eso creo que es una lectura necesaria-jugosa.
¡Lean “Todo estalla dicho”, emborráchense de poesía, porque es lo único que de verdad podría salvarnos!
Elvira Lozano
Pregunta Ediciones
978-84-945195-4-3
148 páginas
12,50 €