'Vidrieras', de Laurent Tailhade


Laurent Tailhade está considerado como uno de los iniciadores del simbolismo. Nacido en Tarbes en 1854, este poeta, periodista y traductor se adhirió desde joven a los postulados anarquistas, desatando en su contra todo el odio de la prensa burguesa parisina. Llegó a perder un ojo en el atentado anarquista con bomba del restaurate Foyot del 4 de abril de 1894, donde se encontraba azarosamente, pero no por ello decayó su espíritu libertario. Mantuvo siempre una no oculta distancia con todo lo vulgar, y por ello su obra literaria combina publicaciones satíricas, repletas de ingeniosas burlas a la burguesía, con poemas de gran virtuosismo verbal, intensidad y delicadeza.
Participó activamente en la vida bohemia de París, donde se relacionó con autores como Paul Verlaine, Charles Cros, Albert Samain o Jean Moréas y, adicto al opio, murió en 1919.

Prácticamente inédito en español (salvo por algunas ediciones de Los raros de Rubén Darío —obra donde está incluido y calificado como «rarísimo»— en las que se han traducido fragmentos de sus textos), muy pronto publicaremos en Pregunta su poemario Vidrieras, un canto de amor «sacrílegamente artístico, (...) joyas profanas adornadas con los diamantes de custodias, labradas en el oro de los altares y de los cálices», como lo definió Darío. La versión española, con una completa introducción y numerosas notas, es del poeta y crítico Manuel Martínez-Forega, de quien también publicamos recientemente su edición de Los poetas malditos de Paul Verlaine.

Os dejamos, como muestra, un poema de Vidrieras:

Como un creyente deja a los pies de la Madona
La aromática cosecha de lirios y rosales
Y, tendiendo hacia el altar sus brazos extasiados,
Implora la mirada que consuela y perdona,

 He besado a tu paso el deseo poderoso
Al que siempre mi alma estuvo prometida,
Y, para una guirnalda a tu frente blanca ceñida,
Tomé las bermejas floraciones de mi sangre.

A ti he ofrecido el supremo orgullo y la esperanza;
Como un buzo perdido en el abismo lácteo,
En la sombra, he tendido los brazos a tu belleza
Y te he invocado desde el fondo de mi sufrimiento.

He besado en tus pasos tu hechicera seducción
Y en sus cadenas de oro he tachonado todo anhelo,
Para que, triunfante y soberbia, mi vida
Renazca siempre en tus labios florecidos.