es_Cultura, la revista cultural de la Universidad San Jorge, publica una reseña de Ana Plou sobre la presentación en Zaragoza de La ciudad y el cuchillo, el nuevo libro de Javier Fajarnés Durán. Podéis leerla en este enlace y a continuación:
“La ciudad y el cuchillo”, el nuevo poemario de Javier Fajarnés
La tarde del pasado viernes, la Librería Antígona acogió la presentación de La ciudad y el cuchillo (Pregunta Ediciones, 2017), el segundo poemario de Javier Fajarnés. Un año después de que presentase, en este mismo lugar, su opera prima, Alud –que
él mismo define como una obra que plantea un derrumbamiento de la
realidad–, reaparece, tras aquella avalancha, con una nueva publicación
en la que nos sugiere un descarnado pero hermoso análisis de los
aspectos más crudos de la realidad de las metrópolis contemporáneas.
Para quien todavía no conozca a Javier Fajarnés, es necesario repasar la cada vez más extensa biografía profesional del autor,
quien no solo compagina sus estudios de Comunicación Audiovisual con la
redacción de artículos y reseñas en diversas revistas, sino que también
coordina una sección de entrevistas en el programa La torre de Babel
de Aragón Radio. En cuanto a su producción literaria, además de los dos
poemarios ya mencionados, algunas de sus composiciones han sido
incluidas en las antologías Amantes. 88 poetas aragoneses (Olifante, 2017) y AntiaéreA #3 (Leído Et, 2017). También ha hecho sus pinitos en el mundo del cine, protagonizando la película Doble mente (David Francisco, 2017), y en el ámbito sonoro junto al músico experimental Antuán Duchamp, con el que conforma el grupo poético-musical Bauman2.
La presentación comenzó con una breve introducción de Julia Millán Sanjuan, anfitriona y propietaria de Antígona, y de David Francisco, editor de Pregunta junto a Reyes Guillén,
gracias a los cuales tuvimos la oportunidad de conocer más de cerca al
protagonista de la velada poética. Ambos se declararon testigos del
proceso de creación poética del autor, así como del crecimiento físico
de la obra «poema a poema y página a página», definiéndola como un paso
más en la trayectoria de Fajarnés, ya que «intenta romper consigo mismo y buscar nuevas formas en la propia voz, lo que, sin ningún tipo de duda, logra con este último libro», asegura David.
Tras esta reflexión cedieron el micrófono a Miguel Ángel Ortiz Albero, escritor y artista plástico,
náufrago reconstruido que aseguró –entre las risas de los espectadores–
que, con un micrófono en la mano, desearía ser primo de Nick Cave. En
su discurso no tuvo sino palabras de afecto para el autor, cuya obra relacionó con el imaginario de Baudelaire: «Me juré a mí mismo no hacer alusión a la juventud de Fajarnés, pero es inevitable. [En Consejos a los jóvenes literatos]
Baudelaire da consejos de temas tan dispares como la suerte o la mala
suerte en los comienzos, los salarios, las simpatías y antipatías, la
crítica, el trabajo y la inspiración, la poesía e, incluso, las
queridas. Como yo no soy Baudelaire, no puedo aconsejarle a Fajarnés […]
otra cosa que no sea: que haga lo que le dé la gana. Que lea a
Baudelaire y sus consejos, o no […]. Pero, sobre todo, que a los baudelaires provincianos que quieren darle consejos, no les haga ni caso. Que ya lleva dos libros».
También realizó un hondo análisis de algunas de las ideas presentes en
el libro, principalmente la ciudad, lo cotidiano, lo banal e
intrascendente, la dificultad de percibir el cuchillo sobre la ciudad,
mencionando como referentes al pintor Giorgio de Chirico o al filósofo Walter Benjamin,
los cuales, junto al propio Javier Fajarnés, lo llevan a considerar que
«en las ciudades modernas, organizadas, hay una serie de grietas que
son como los umbrales de la nada, […] territorios en los que se alternan
la presencia y la desaparición. En esta ciudad bajo el cuchillo […] no
sabemos muy bien si estamos, no estamos o hemos desaparecido». Por
último, y antes de dar paso al autor, Ortiz Albero citó parte de la obra
El crimen perfecto, del sociólogo francés Jean Baudrillard,
para una reflexión final sobre el desarrollo del lenguaje y la poesía
dentro de las grandes urbes: «La ilusión específica del lenguaje, la función poética, ya no existe en los lenguajes virtuales o numéricos,
en los que la equivalencia es total y la interacción, bien regulada,
como en los circuitos cerrados de preguntas y respuestas». Contra esa
tendencia, apunta, «hay que cifrar, no descifrar, hay que trabajar la
ilusión, hay que convertir en enigmático lo que es claro, y en
ininteligible, lo que es demasiado inteligible».
Tomó entonces el micrófono el propio poeta, Javier Fajarnés, para mencionar en primer lugar a José Ángel Valente como un referente
dentro del ámbito poético, definiéndolo como «una sombra, una presencia
que ha acompañado el desarrollo de este libro. Valente decía que el
poema se gesta en el poeta antes de ser escrito, yo creo que lo que
plantea La ciudad y el cuchillo son restos. La poesía, lo que el escritor materializa, es algo residual, la verdadera creación vive en el interior de la persona».
Fajarnés declaró que lo que buscaba con La ciudad y el cuchillo
era «cortar los elementos y observar, contemplar cuál es el mecanismo
que opera en su interior, cuál es la esencia de eso. No quería someterme
a la realidad impuesta». Lo que el lector encontrará en su nuevo
poemario son, precisamente, esos elementos cortados por el cuchillo. «Nuestro
entorno urbano está tan sistematizado, es tan brutalmente burocrático,
que la ciudad se plantea como un gran cuchillo, en el que todas las
formas, las normas que rigen nuestra vida, las ideas que imperan, son
cortantes».
En cuanto al objeto protagonista de la obra, el cuchillo, una imagen con mucho poder, Fajarnés aclaró que «aunque se pueda entender el cuchillo como algo amenazador, también nos lo podemos plantear como un elemento liberador,
ya que […] puede romper las fronteras, puede romper, incluso, nuestro
cuerpo y, si es algo capaz de quebrarnos, debemos plantearnos hasta qué
punto somos simplemente un cuerpo».
Para finalizar el encuentro con los artistas, Javier Fajarnés y Antuán Duchamp unieron su talento, en los versos y en el sonido respectivamente, como Bauman2,
recitando extractos del poemario con un sonido experimental que
dibujaba cada palabra y cada frase para los espectadores, los cuales
correspondimos a la actuación con un aplauso tan grande como el cuchillo
que pende sobre la ciudad.
Al final, según el autor, debemos entender que, como sujetos, no
podemos caer en el solipsismo fácil, es decir, tenemos que entender que
no solo existimos nosotros, sino que conformamos «toda una unidad, una
comunión». Y, precisamente, lo que también busca expresar Fajarnés en La ciudad y el cuchillo es que «aunque vivimos en un entorno agresivo y peligroso –que quizás nos han impuesto–, pese a los cortes, existe una unidad».