El poeta Javier Fajarnés publica una reseña del libro Fábrica de la seda, de Miguel Ángel Curiel (Pregunta), en su web Al filo de. Podéis leerla en este enlace y a continuación:
Fábrica de la seda, fábrica de la niebla
El poeta y grabador Miguel Ángel Curiel dibuja los paisajes humanos
de Talavera durante la Guerra Civil
A mediados del siglo XVIII, Talavera de la Reina fundó una de sus industrias más importantes: la Real Fábrica de seda, oro y plata.
No obstante la condición humana, al igual que las mareas, tiene sus
ciclos, y a mediados de 1937 una gran niebla oscura veló la fábrica. Las
sedas fueron sustituidas por harapos, tortura y hambre; las máquinas de
tela por máquinas de muerte, más de 2.500 muertes en el marco de la
Guerra Civil. Actualmente, la Real Fábrica alberga un instituto. La casa
del horror es hoy la casa de la esperanza; testimonio que alumbra los
errores del pasado a quienes harán el mundo del futuro.
En Fábrica de la seda (Pregunta,
2019) el escritor Miguel Ángel Curiel nos acerca a lo que pudo ser el
imaginario de aquellos años en Talavera. Los sueños, terrores y
ausencias de quienes se vieron de pronto con la guerra entre las manos. No lo llamaremos poesía social,
no como entendemos la poesía social en nuestro tiempo, ocupada en
señalar obviedades con un lenguaje más o menos lírico, y cuya falta de
indagación universal la vuelve prontamente caduca. No es el caso de Fábrica de la seda, libro que si bien se erige sobre el terreno de la denuncia, no pretende alimentar el odio sobre aquellos que sembraron el odio.
Aquí la verdadera protagonista es la palabra, la palabra como único
lugar posible para destrenzar el amasijo de hierros, hombres rotos y
palomas negras que dejó el fascismo. La palabra poética para cauterizar heridas insondables, para extraer de ellas la luz que existe también en lo oscuro.
Al igual que Goya en sus célebres fusilamientos, Fábrica de la seda
alumbra a la víctima y no al verdugo, a los muertos que «flotan boca
abajo en el agua y en el cielo», a la «muchacha ojerosa que fabrica
balas y granadas en la fábrica de guerras». La guerra de Miguel Ángel se
libra en la memoria, en los vacíos que la memoria concede a la
imaginación. Es una lucha imaginada, una extensión de los recuerdos, más
no por ello desprovista de verdad.