Entrevista a Miguel Carcasona en 'Heraldo'

Heraldo de Aragón publica, en su edición digital, una entrevista de Antón Castro al escritor Miguel Carcasona, que acaba de editar en Pregunta su novela Hannibaal, unas memorias certeras y poéticas del famoso general cartaginés. Podéis leera en este enlace y a continuación:

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2019/11/20/miguel-carcasona-hannibaal-tenia-una-mentalidad-cercana-al-hombre-de-hoy-1344937.html


Miguel Carcasona: “Hannibaal tenía una mentalidad cercana al hombre de hoy”

El escritor aragonés publica una novela sobre el caudillo cartaginés en clave de memorias de ficción, de calado poético, en la editorial Pregunta. A sus contemporáneos les asombraba su abstinencia sexual


Miguel Carcasona (Sangarrén, Huesca, 1965), es poeta y narrador de una decena de títulos. Ahora publica su novela más ambiciosa: ‘Hannibaal’ (Pregunta), la historia del caudillo cartaginés que hizo frente a Roma y, especialmente, a Escipión. El libro se presenta el miércoles, 19, a las 20.00 en la librería Cálamo, y lo hará en compañía de Magdalena Lasala.

¿Por qué este cambio hacia la novela histórica? ¿Qué pasó por la cabeza de Miguel Carcasona?
Siempre digo que mis tres pilares personales son la literatura, la música y la historia. Tanto en mis poemas como en mis relatos las dos últimas aparecen con frecuencia. Desde ese enfoque sería una continuación ampliada en el formato. En todo caso no he querido escribir una novela histórica al uso, sino una introspección en un personaje, del que se puedan, por un lado, extraer sus rasgos y experiencias universales y atemporales, y por otro arrojar luz sobre un momento histórico concreto y, al unísono, que la esencia de su dinámica histórica sea extrapolable a cualquier época. Creo que fue Vico quien dijo que el tiempo no es circular (la historia no se repite tal cual fue), sino que avanza en espiral. Y esa metáfora la tengo siempre en mente.

¿Por qué Hannibal? ¿Qué le atrapo de él?
Siempre he sentido una atracción especial hacia la historia antigua, incluso con algún ramalazo irracional: una atracción/odio hacia el imperio romano. De niño me encandilaban los tebeos de El Jabato, luego los de Astérix. Todo lo prerromano ejerce sobre mí un magnetismo inexplicable. Hannibaal (o Aníbal, como todo el mundo lo conoce) en origen debió ser un peldaño más en esa atracción. Pero cuando profundicé en él, y en toda su vida, mucho más rica y compleja que el atravesar los Alpes con su ejército y los elefantes, el deslumbramiento fue total.

¿Y ese salto, sin red, de asumir su propia voz?
El recurso a unas memorias ficticias, escritas poco antes de morir, me permitían que el protagonista, más allá de su versión de los hechos, hiciese un balance vital y se interrogase, a veces explícitamente, otras de un modo implícito, sobre algunas cuestiones: la primera, tomando el verso de Miguel Labordeta, ¿Quién fui yo? También, hasta qué punto fue dueño de su destino y si mereció la pena sacrificar todo por una causa. Desde el punto de vista literario me permitían esa intensidad y aliento poético que era lo que buscaba, sin renunciar a la narración clara, por supuesto.

¿Por qué un libro intimista, poético, casi filosófico? Aunque es una observación demasiado fácil, da la sensación de que tenía en la cabeza las ‘Memorias de Adriano’ de Marguerite Yourcenar?
José Ángel Sánchez, en la presentación de Huesca, dividía las novelas históricas en dos tipos: las de acción y las de reflexión. Incluía la mía en este último grupo, donde las Memorias de Adriano serían, seguramente, su buque insignia. Aunque la leí hace demasiados años como para que me influyese al escribir, o eso creo. El tono intimista permite que el lector empatice con el protagonista y filosófico vendría, como he dicho antes, del intento de extrapolar las lecciones universales que se pueden extraer de aquella vida y sus circunstancias. Lo de poético creo que me viene de serie, al menos de mi modo de interpretar el acto literario, con intensidad y cuidado en la expresión. Teniendo claro que cuando escribo no estoy componiendo un poema, pero no despreciando elementos como el equilibrio rítmico de una frase. Todo sin recargar la expresión. No sé si el resultado cumple esas expectativas, pero al menos lo intento.

¿Cuáles serían los grandes hitos de Aníbal o Hannibaal?
Hay algunos conocidos, como el cruce de los Alpes o Cannas, y otros completamente desconocidos. Por ejemplo, sus medidas económicas como sufete (algo así como Presidente del Gobierno de Cartago) años después de Zama, de las que alguno podría tomar ejemplo ahora. O su faceta urbanística: quien visita Bursa, una importante ciudad de Turquía en la actualidad, no sabe que los planos de su trazado original los diseñó Aníbal. Luego hay un momento fundamental que, si tuviera una máquina del tiempo, me gustaría cotillear: el de su entrevista con Escipión antes de Zama.

¿Se sabe algo de lo que hablaron?
Solo ellos saben qué se habló allí —en la novela la transcribo, para eso sirve la ficción— pero sin esa conversación es imposible comprender lo que sucedió con su persona —en realidad, lo que para su bien no sucedió— tras la derrota.

Qué tópicos o lugares comunes has querido desmontar del hombre que anduvo por España y que pasó los Alpes?
Que fue mucho más que un brillante y audaz estratega. Que pasar de los 9 a los 29 años en Hispania, los años de su formación, tal vez lo marcó más de lo que parece. O los 16 siguientes en Italia, los de su esplendor y decadencia militar. En todo caso, de sus 64 años de vida, sólo habitó en su ciudad una cuarta parte. Ha pasado a la historia como un mito de Cartago y, quizás, como en la canción de Bunbury, por donde quiera que iba le llamaban —y se sentía— el extranjero. Que tenía, según cuentan y en algunas facetas, como la religiosa, una mentalidad mucho más cercana al hombre contemporáneo que al de sus coetáneos.

¿Fue, como suele decirse a menudo, el maestro del fracaso?
Solo si entendemos como fracaso el resultado final de la segunda guerra púnica. Pero esa derrota pienso que no es achacable a él, incluida su famosa decisión, tras Cannas, de no atacar Roma. En la novela fabulo con algunas explicaciones de la derrota, pero su acción como sufete, históricamente documentada, me hacen pensar que no he debido desviarme mucho de la realidad. Digamos que bastante hizo con lo que tenía.

¿Qué sabemos a ciencia cierta de su vida personal?
En verdad, muy poco. Aparte de la genealogía familiar y algunos datos históricos tenemos anécdotas narradas que, ciertas o no, sí nos marcan algunos rasgos de su personalidad. A sus coetáneos les asombraba su continencia sexual, algo al parecer inaudito en un hombre de su posición y circunstancias. Sólo se le conoce una esposa, Himilce, íbera de Cástulo, y una mujer con la que convivió en Salapia, en el sureste de Italia, a la que he llamado Cecilia. También parece que era políglota y más bien austero.

¿Cómo era con la tropa?
Se cuenta que muchas noches dormía, en las mismas condiciones que ellos, junto a los soldados que hacían la guardia en el campamento, como una forma de confraternizar y elevarles la moral. Debía tenerse a sí mismo en alta estima, de ahí algunas contestaciones socarronas a reyes y poderosos. Y debió ser alguien nada supersticioso, que no creía en augures ni supeditaba sus acciones a las predicciones de estos, a diferencia de muchos.


FRAGMENTO DE ‘HANNIBAAL’. INICIO DE LA NOVELA

Me llamo Hannibaal y nací en Kart-Hadast el año de los sufetes Shaphot e Himilcón, a quienes, hasta hoy, hemos sucedido en el cargo sesenta y cuatro pares de hombres, cifra que suma mi edad. Mi padre fue Amílcar, apodado el Rayo por su fiereza y capacidad de sorprender en la lucha, rasgos que heredé y multipliqué según narran incluso mis enemigos, algunas de cuyas leyendas y tergiversaciones han llegado hasta la retirada casa de Lybissa, en Bitinia, donde envejezco, derrotado y alejado de los míos. Para combatir sus mentiras, como combatí a sus legiones, dejaré escrita mi historia, aunque la propaganda de los romanos aplaste igual que sus ejércitos y ya se me conozca en las tierras que rodean al mar —el mar que siempre fue nuestro y pronto será suyo— con la transcripción latina de mi nombre: Aníbal. 
De mi infancia en África guardo pocos recuerdos. Vine al mundo en el decimoséptimo año de la primera guerra entre Kart-Hadast y Roma, tan equilibrada que amenazaba eternizarse. Mi padre fue enviado como general a Sicilia cuando yo aún tetaba y me crié rodeado de mujeres: mi madre, mis tres hermanas mayores y las nodrizas que sudaban y maldecían en voz baja mientras me buscaban en 8 los arcones de la ropa o por los rincones del palacio. Como no suelo exteriorizar los sentimientos, lo que algunos confunden con acritud, pronto desviaron sus afectos hacia mis hermanos pequeños, Asdrúbal y Magón, engendrados durante dos escalas de mi padre en la ciudad. Tan revoltoso como afable, Asdrúbal encarnaba la alegría de vivir y supo hacerse querer por quienes lo trataron. Magón era el punto intermedio, astuto como el hermano mayor y amante de las diversiones como el mediano. Los que conocieron nuestra relación desmentirán las acusaciones de mis detractores: he amado y he sufrido igual que cualquier mortal, pero la naturaleza ha cubierto mis facciones con un lienzo de mármol que también se ha quebrado alguna vez; como aquella en que, tras desliar el fardo, conocí la muerte de Asdrúbal.

*De Hannibaal. Miguel Carcasona. Pregunta Ediciones. Zaragoza, 2019.